Capítulo 17
Esa voz familiar hizo que Rosa quedara completamente paralizada.
Ella se frotó los ojos y, finalmente, pudo ver claramente a la persona que tenía delante. Sin pensar, lo llamó:
-¿Tio?
Ahora, escuchar este título de su boca solo hacía que Hugo se sintiera incómodo.
-Has vuelto a la familia Diaz, así que te prohibo que me llames tio.
Por el tono de Hugo, Rosa dedujo que estaba probablemente enojado.
Pero no entendió por qué él había dicho eso de repente.
Cuando sus padres aún vivian, ¿no lo llamaba tambiéntio?
Excepto durante su fase rebelde a los diecisiete o dieciocho años, cuando le confesó sus sentimientos y fue rechazada, siempre lo había llamado tío.
Confundida y temiendo que hablara en serio, Rosa no se atrevió a contradecirlo.
-Tio, por favor, båjame.
Al escucharla llamarlo así de nuevo, el rostro de Hugo se ensombreció instantáneamente.
-Te lo repito, ¡no me llames tio!
Isabel, que estaba a un lado y había recuperado la calma al ver que Rosa despertaba, intervino:
-Si no te llama tio, ¿cómo debería llamarte?
Rosa e Isabel lo miraron simultáneamente, y Hugo solo sintió más incomodidad.
Colocó a Rosa en el suelo con firmeza; su tono era extremadamente frío:
-Llámame por mi nombre.
-¿Hugo?
-¿Hugo?
Isabel repitió el nombre junto con Rosa y luego miró a Rosa con una expresión inocente:
-Rosa, ¿quién es Hugo?
Rosa se secó las manos y tomó la pequeña mano de Isabel.
-Es el hombre que me salvó. Yo lo llamo tío y, por cortesía, tú también deberías.
Isabel le sonrió radiante a Hugo:
-¡Gracias, tío, por salvar a Rosa!
Este saludo, que saltaba una generación, hizo que Hugo apretara los puños con fuerza.
Sin embargo, dado que la otra parte era solo una niña, no quiso discutir con ella y decidió dejarlo pasar por el momento.
Lanzó una mirada hacia Rosa, con un tono que no admitía rechazo:
-Ven conmigo.
Rosa bajó la mirada, sin hacer ningún movimiento.
-Es mediodía, necesito llevar a Isabel a casa a descansar.
Este silencioso rechazo encendió un fuego de ira en Hugo:
-¡Te salvé y ahora ni siquiera te preocupas por mí, tu ropa está toda mojada! ¿Es así como te enseñé a agradecer?
-Es solo un conjunto de ropa, tío, no es que no puedas comprar otro, ¿por qué complicarme por algo tan trivial?
Esa frase hizo que Hugo no pudiera evitar reír:
-No me falta dinero, ¡tampoco me faltan diez millones de dólares! ¿No has pensado que esto es Nueva Zelanda, un lugar completamente desconocido para mí, y no conozco el camino?
Al verlo tan enojado, una chispa de sorpresa cruzó los ojos de Rosa:
-Yo también llegué hace un día, tampoco conozco el camino.
Esa frase dejó a Hugo sin palabras.
Asintió rápidamente, escaneando de arriba a abajo, y finalmente su mirada se detuvo en Isabel, levantando una mano para señalar:
-Ella es local, que ella guíe el camino, al centro comercial.
Rosa no podía creer que esas palabras vinieran de su tío de 31 años.
¿Es razonable pedirle a una niña de 10 años que guíe el camino?
Estaba a punto de expresar su desconcierto cuando Isabel, con confianza, se golpeó el pecho y tomó una mano de Rosa y la otra de Hugo:
-¡No hay problema! Sé dónde está el centro comercial. Tío, Rosa, pueden conflar en seguirme.
Bapítulo 17
–Una vez más, prohíbo que me llames tío.
Capitulo 18