Capítulo 22
María no hablaba, solo lo miraba fijamente.
En la ardiente noche de verano, Hugo sentía un sudor frío recorrer su cuerpo.
Creía que ella no había escuchado bien, y justo cuando estaba a punto de repetirlo, María finalmente habló.
-Rosa dijo que hoy era un buen día para tu boda, ¿por qué estás en Nueva Zelanda? ¿El novio no debería estar en la boda?
Su tono era muy calmado, pero provocó una enorme turbulencia en el corazón de Hugo.
Bajo la intensa presión y la presencia de ella, su racionalidad finalmente regresó.
-La boda se canceló.
-¿Por qué se canceló? ¿Fue para venir a buscar a Rosa? ¿Javier sabe sobre esto?
María no le dio oportunidad alguna de explicarse, una ráfaga de preguntas, como si fuera una ametralladora, salió disparada con un estruendo de chasquidos.
Tras unos minutos de silencio, Hugo apenas logró articular algunas respuestas.
-Se canceló antes de venir, no tiene nada que ver con Rosa, solo estaba preocupado por ella estando sola afuera y pensé en venir a ver.
-¿Sola afuera?
María repitió con una risa, su tono cargado de complejidad.
-Con un pariente como yo aquí, ¿qué podría pasarle?
-Pero esta mañana casi se ahoga en el lago.
Escuchando su refutación espontánea, la mirada de María se volvió aún más intensa.
-¿Crees que yo, como su pariente, no he estado vigilante?
Las palabras de Hugo eran humildes, pero su tono era obstinadamente firme.
-No es eso, solo estoy exponiendo los hechos.
-¿Hechos?
María asintió con aprobación, avanzando un par de pasos.
Su voz se volvió de repente severa.
-El hecho es que la familia Torres nunca adoptó formalmente a Rosa, ella nació Díaz y sigue siendo Díaz; el hecho es que sus padres murieron jóvenes, cometió errores de juventud que ahora ha corregido, deberías actuar como si nada hubiera pasado; el hecho es que ella te llama tío y deberías quererla como a una menor, no tener pensamientos que exceden los límites morales.
El rostro de Hugo se volvió cada vez más pálido con cada reproche, hasta quedar completamente descolorido.
Bajó la cabeza, sin atreverse a mirar esos ojos brillantes como espadas.
Sin embargo, aún intentaba argumentar con ella.
-Usted también dijo, jella no lleva el apellido Torres!
-¿Que no lleve el apellido Torres lo hace correcto? ¿Olvidaste cuántos años más grande eres? Sus padres te vieron crecer, y tú la viste crecer, ¿cómo puedes estar tan confundido? ¡Si tu hermano y tu cuñada supieran tus oscuros pensamientos, seguro lamentarían haber ayudado tanto a la familia Torres!
Cada palabra, como truenos estallando junto a su oído.
Hugo temblaba incontrolablemente, su rostro lleno de desesperación y desamparo.
Su pecho se sentía bloqueado por una gran piedra, incapaz de respirar.
Aprietaba los puños, su tono lleno de un dolor irreprimible.
-¡Lo sé! ¡Lo sé todo… pero no puedo controlarme!
-¡No solo Rosa ha sufrido estos años! Yo también he estado a punto de perder mi vida. Sé que está mal, por eso encontré a alguien con quien casarne, para cortar esos sentimientos por ella, mantenerla tranquila y cerca de mí!
-¡Mientras ella esté a mi lado, aunque sea como un tío para toda la vida, estoy dispuesto! Pero ella se fue, ¡me dejó!
-Ella tiene veintiún años, ¡hemos estado juntos veinte años! Se ha convertido en una parte de mi vida, como un hueso en mi cuerpo, sin ella, ¿qué sentido tiene vivir?
Derramó lágrimas mientras revelaba sus pensamientos más profundos y dolorosos.
María nunca había visto a Hugo tan vulnerable.
En su mente, él siempre fue alguien que, sin importar lo que ocurriera, mantenía la calma, serlo y confiable.
Por eso confiaba en dejar a Rosa en sus manos.
Pero olvidó que, aunque maduro, él todavía era un joven de veinte años con deseos y pasilones.
Hoy, María no tenía más remedio que reconocer que ella tenía una responsabilidad ineludible en la situación actual.
Lamentaba no haber tomado a Rosa consigo años atrás, lamentaba haber perdido Innumerables oportunidades durante once años.
Gapitulo 22
Se sentía culpable hacia los difuntos padres de Rosa, los antepasados de la familia Díaz, y la familia Torres que la ayudó en su momento más difícil.
Pero los errores ya estaban hechos, y el arrepentimiento era inútil. 2
Solo podía hacer todo lo posible para enmendar y recuperar todo lo perdido.
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